Situada al centro del cuerpo, atraviesa nuestra espalda y nos levanta como un gancho vestido de carne. La anatomía lo dice: está diseñada para mantenernos erguidos, para sostener al cráneo que se inclina y mira sobre una cama de hospital a un cuerpo tendido.
Hay algo que la sostiene, sin eso, la columna no cumple su función. Ese algo nos ayuda a girar el cuerpo dentro de las aguas de mar, a girarlo sobre la arena dentro de la noche, a girarlo sobre el asiento dentro de un autobús.
Ese algo ayuda a la columna a envolverse sobre otra como soga.
Es falso que la columna se sostenga por sí misma. A esa curvatura hecha de puños cerrados y blancos, ensartados dentro de la carne, la sostiene el pensamiento más obsceno, vulgar; verdadero como la mentira; algo que hemos nombrado y escrito hasta el asco.
En "Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985)"
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