Por la silla de ruedas de mi abuela,
por los mangos verdes de mi amiga Cándida.
Por las casas de ladrillos
y su húmedo bermellón.
Por los pretiles grises de mi cuna,
por los órganos de espinas
creciendo en las paredes.
Por los jacalpextles que acumuló
mi madre en las bodas ajenas.
Por esos días en que el sol bronceaba mis cabellos
y mi sonrisa era el brillo cegador de una costra salina.
Por las fotografías pegadas sobre el pliego de cartulina
y su viaje repentino al altar de los muertos.
Por el petate y su cartografía de orines,
por los árboles torcidos sobre el estriado del agua.
Por todo lo que inventé para tener una vida
Yo canto.
En "Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985)"
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