18.7.23

Rocío Cerón. Mirador (latitud norte 31º, longitud este 34º)

Algunas veces es preciso que estalle el corazón del mundo
para alcanzar una vida más alta.
G. W. F. Hegel

A falta de tierra, desnudo
sin firma ni signo de atadura,
acaso entre la falta y la velocidad del ala
del zancudo,
       aterrizas.
En tanto, el aire se desprende de las voces.

    Cuantioso el infierno de los hombres.

No cargas más.
No más allá de esta calle, esta penumbra.
De las sombras has vuelto a este paraje,
sin una libélula en la frente.
Ni azul que desmaye en tu presencia.
Habitas en la precisión del instante:
    Esa es tu certeza.
Yace aquí tu contenido,
el líquido difuso de tu paso.
Yerras, caes a tumbos.
No esperas.

           La impaciencia es deshonra del furtivo.

De bruces en el lodo, tus rodillas guarecen estigma que tu
imperio necesita.
Junto a tarántulas y reptiles
cansados de olisquear las formas
   tu silueta regresa.
Incidencia en este vuelo a ras de angustia.

         El pasado no clarifica, no abriga a la piedad ni a los momentos.

Incidencia en tus ojos que trascienden al fuego.
No gastes la memoria.
Siéntate. Bosteza.
Adquiere temperatura y brizna en la nuca,
   en las sienes.
Acuérdate del jardón, del ala antigua que rozaba la frescura de los cuerpos.

Desata los cordeles, los nudos, las hebillas,
anuda el enjambre de las venas a la huella de tus manos.
Toda alabanza posa su ruego en la cal: arcilla, forma asible:
presencia para     deambular entre los muertos.
Siente la noche como fe carcomida por el tiempo.

El rezago del miedo ha dejado sus hábitos en la frente; ese ademán,
apenas contenido, es el mundo bajo el caparazón de las hogueras.

Con pujo de vejiga, llano de dolor,
   celebra en la orina.
Regresa a la santidad del huérfano,
ningún intento resbale por tus párpados.
Sé el entierro del sentido.

       Somos voz que se deshace.

Desciende ahí: donde sólo resta el lugar para uno mismo


En "Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985)"
   

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