Muchos años después de que se muriera su marido, Nwamgba todavía cerraba los ojos de vez en cuando para revivir las visitas nocturnas que él solía hacerle en su cabaña y las mañanas siguientes, cuando iba al arroyo tarareando una canción, pensando en el olor a humo y en la firmeza de su cuerpo, en todos esos secretos que compartía consigo misma, sintiéndose rodeada de luz.
Principio de "La historiadora obstinada"
En el libro "Algo alrededor de tu cuello"
No hay comentarios:
Publicar un comentario