24.9.23

Lorena Pronsky. Dejen que se curen

Uno tiene que curarse primero.
Te andan obligando a disfrutar el momento, a soltar lo que te hace mal, a dejarte fluir con las circunstancias y a entregarle todo al universo para que suceda lo que convenga.
Uno primero tiene que curarse.
Dejen de mentirle a la gente rota que todos sabemos que a nadie deja de sangrarle la herida por poner los piececitos en el agua y acariciar el perro mientras se les agradece la existencia a las tostadas que comemos todas las mañanas.
La gente pide magia para que no duela, y después los ves por ahí, sintiendo culpa de no tener los huevos necesarios para salir a bailar y reírse a carcajadas, mientras acaban de enterrar al amor de su vida en el medio del pecho.
Termínenla. La gente rota guarda pedazos de vida que necesita sanar. Necesitan abrazos que se acomoden como vendas, capaces de apretarles bien los cuerpos hasta que dejen de supurar. Tienen que dejar de supurar. Tienen que sanar.
Están lastimados, no son boludos. No necesitan escuchar lo que hace rato están tratando de hacer y no pueden. A veces no se puede. No se puede. Es que la vida, por momentos, duele. Duele. Las pérdidas, los desengaños, los desencuentros, los abandonos, las decepciones, los sueños frustrados y las promesas incumplidas duelen. Todo eso duele.
Antes de meter las patas en el agua y sacarse una selfie acariciando un perro que no tienen, hay que sanar. Y para sanar, hay que saber frenar. Mirar lo que nos sacudió el cuerpo y frenar.
Frenar para ver. Para entender. Para reconstruir. Y muchas veces para terminar de destruir. Córtenla con esas pavadas de que el que no se anima no es valiente, agitando esa pseudolibertad que se supone hay que poner en marcha porque mañana puede ser que se termine el cuento. Dejen de molestar a la gente que está haciendo su duelo, que se está encontrando con su pena, su soledad y su vacío.
Respeten. No sean mentirosos. Todos sabemos que a veces, simplemente, no se puede. No se puede. Esa gente, que se está sanando, se está enfrentando a sus fantasmas y a sus tormentas porque, para poder salir a bailar con la música a todo lo que da, primero hay que saber curarse. Eso es la vida.
Asumirlo es el paso necesario para poder pararse cuando se pueda y como se pueda.
No apuren a la gente. Dejen que se curen, carajo. Y después, quizás sí. Con menos dolor. Con la herida ya sanada y con el cuerpo más liviano, que pongan los pies donde quieran ponerlos, que cumplan esa cuenta pendiente por hacer, que llamen a quien tengan que llamar, que perdonen a quien no pudieron perdonar y que, si se les canta el alma, le agradezcan al universo por todo lo que les da.
Pero dejen que la gente se sane.
Dejen que se curen, carajo. 


De "Dejen que se curen"
En "Rota se camina igual"
    

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