Pues aquel gran amor que me tuviste
holgaste de mudar en otra parte,
yo soy contenta de lo que escogiste.
No sabrá ella como yo enojarte;
siempre te tratará de una manera
que si no sé si será señal de amarte.
Será más estimado, que no fuera
el espíritu tuyo y alabado
más que cuando de ti amada era.
Mas no por esos bienes que has hallado
en ella, dejará de dar espanto
de ver un corazón así mudado.
No te quiero hablar en esto tanto
porque se huelga el mal que ha hecho
de ver que el ofendido vive en llanto.
Tú estás en tu placer y satisfecho:
yo seré de amistad muy grande tu amiga,
dejando siempre a salvo mi derecho.
Que no quiero que nadie vea ni diga
la culpa tuya, ni que me has dejado
de amar en verme que te soy enemiga.
Para conmigo quedas disculpado,
porque siempre te tuve por mudable,
aunque a veces me habías engañado;
para mí es el dolor muy tolerable,
ningún cuidado tengas de mi pena;
afírmate, no seas variable,
que no puede hallarse cosa buena
con quien hace mudanzas cada día,
dejando natural por cosa ajena.
Esto que te escribo no querría
que te haga pensar que quedo muerta,
pues más el daño a mí que a ti ofendía.
Que tú sabes muy bien que es cosa cierta
el que va mil amigos procurando
que jamás amistad no se le acierta.
Yo te prometo que no vea llorando
jamás nadie mis ojos por esto,
ni el corazón por ello suspirando
ni el color mudado de mi gesto
el dolor que encubrir el alma suele
hará parecer claro y manifiesto.
Está seguro que no me desvele,
cuitado de saber cómo te ha ido
en este nuevo amor que ahora te duele.
Que mil veces te has visto tan perdido,
jurando que no amaste así en tu vida,
y tú sabes muy bien dónde se han ido.
Mira que pues merece ser servida,
que lo sepas hacer sin apartarte,
como hiciste de otra tan querida.
Perdóname que quiero aconsejarte
en cosa que consejo no requiere
ni seso ni razón jamás en parte.
Que conviene seguir lo que amor quiere,
digo cuando el amor es verdadero,
que no el amor de quien por todas muere.
Escribirte de mí nuevas no quiero,
que no las querrás ver de mano mía
ni tampoco de ti yo las espero.
Dios te dé con quien amas alegría,
y a tu corazón dé contentamiento,
y te guarde de malo frenesí.
Aunque todas tus penas lleva el viento,
pues no son más de cuanto estás presente,
que en partiendo te apartas de tormento.
No quiero seguir más este accidente
ni quiero declarar tus condiciones
por no dar qué decir de ti a la gente.
Digo que has menester mil corazones
para sufrir el mal que te procuras
si andas de verdad en tus pasiones
o te han de ser contadas por locuras.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVI"
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