El niño Dios, la Virgen y parida,
el parto virginal, el Padre eterno,
el portalico pobre y el invierno
con que tiembla el autor de nuestra vida.
Sienta, Señor, vuestra alma y advertida
del fin de este don y bien superno,
absorta esté en aquel, cuyo gobierno
la tenga con su gracia guarnecida.
Las pascuas os dé Dios, cual me las disteis
con los divinos versos de esa mano;
Los cuales me pusieron tal consuelo,
que son alegres ya mis ojos tristes,
y meditando bien tan soberano,
el alma se levanta para el cielo.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVI"
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