"Cuando algo nos hiere, volvemos a las orillas de ciertos ríos", dice Czesław Miłosz. Me parece que para Ray, los poemas, como los ríos, fueron lugares de reconocimiento y curación:
Una vez me tumbé en la orilla con los ojos cerrados,escuchando el sonido que hacía el aguay el viento en las copas de los árboles. El mismo vientoque sopla afuera en el Estrecho, pero diferente, también.Durante un rato incluso me permití imaginar que había muerto,y eso estuvo bien, al menos durante un parde minutos, hasta que la realidad caló en mí: Muerte.Mientras estaba allí tumbado con los ojos cerrados,justo después de haber imaginado qué ocurriríasi de veras nunca me levantara otra vez, pensé en ti.Entonces abrí los ojos, me levantéy volví a sentirme feliz otra vez.Te lo debo a ti, ya ves. Quería decírtelo.("Para Tess")
Ray lograba que lo extraordinario pareciera normal, al alcance de todos. También sabía algo esencial: la poesía no es simplemente el recipiente para los sentimientos que deseamos expresar. Es un lugar para ensancharse y ser agradecido, para hacer sitio a los acontecimientos y a las personas que llevamos en el corazón. "Quería decírtelo." Y así lo hizo.
En el prólogo a la edición de la poesía completa de Raymond Carver
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