Tratar del beso de Judas
y de los treinta dineros
ni es decente, ni del caso;
pasemos a otro concepto.
Di, serafín mercader,
que hiciste en besos tu empleo,
si tan caros los despachas,
cuándo esperas salir de ellos?
La boca de la Bocina
que reside allá en el cielo,
es más fácil de besar,
o más barata a lo menos.
Las premáticas me valgan
en tan excesivo precio,
que no tiene hacienda el Fúcar
para una noche de invierno.
Lástima tengo a tus labios,
que, por interés grosero,
no sabrán lo más del año
lo que son labios ajenos.
De tu boca me parece
que besara el infierno,
por justo castigo, siempre
a la del rico avariento.
Con temor hablo de ti;
no me ejecutes por ello,
pues el tomarte en mi boca
querrás que pase por beso.
Esto cantaba un pastor
sin los escudos propuestos
en la orilla de su boca
por no atreverse a entrar dentro.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVII"
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