La mañana de ese martes quedó patente que se acercaba el otoño. Un frescor nuevo en el aire. Una llovizna que acabó en granizo. Pero también un sol dorado entre chaparrones que encendió las hojas, que ya empezaban a marchitarse, como si fuesen de cobre. El olor poderoso a tierra mojada y podredumbre en mi paseo matinal por senderos y pasillos conocidos. Me poseyó la melancolía. Pensé en la muerte con intensidad. El verano pasa rápido y quién sabe si este no será el último. Porque la muerte me atrae. Y tengo que aferrarme con brazos y piernas para no ceder.
De "La oscuridad verde de los árboles grandes"
Uno de los relatos de "Babuino"
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