Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
Violeta Parra
Volver a los diecisiete
es regresar a vosotros,
mis viejos, amados libros.
Es reencontrar a Colette,
grandes ojos, risa abierta.
Joven hasta en la vejez.
Es descubrir a D'Annunzio
recorriendo los salones
de un palacete italiano.
Terciopelo, sedas, lujo.
Y a Mimí Bluette, de Verona.
Frágil, dulce bailarina.
Atravesando desiertos,
buscando un amor perdido
entre metrallas y auroras.
De Rabindranath Tagore
la India inmensa y misteriosa.
Perfumadas flores blancas
me llegan entre sus hojas.
Y un Suave viento del Este
de Pearl S. Buck viene y me envuelve
con su perfume oriental.
Henry Barbusse en Sucesos
me presenta a Luisa Michel,
maestra y revolucionaria,
tan tierna y dura a la vez.
De Stendhal su Rojo y negro.
La pasión devoradora
de dos seres abrasados
que me hacen estremecer.
Ay, tantos libros lejanos.
La sirena... de Casona.
Las flores... de Baudelaire.
Platero... de Juan Ramón.
Y Bécquer. Y Turgueniev.
Después vendrán los otros.
Poetas y narradores.
Los mensajeros de sueños,
de la belleza y la vida.
En Pablo Neruda encuentro,
junto a sus ojos lejanos,
20 poemas de amor
y un amor desesperado.
García Lorca lleva
todo el sol de Andalucía
sobre su frente morena,
y en sus ojos la alegría.
Ay, Federico García:
Verde que te quiero verde
con la risa entre los labios,
el corazón te rasgaron
los fusiles de la muerte.
Miguel Hernández tenía
los ojos grandes y claros.
Señor de los limoneros.
Pastor de los cielos altos.
Y Rafael me regala
de Cádiz un mar azul
y un pedacito de playa,
y el canto de un marinero.
En Walt Whitman descubro
una voz hecha bosque
en sus Hojas de hierba.
Savia nueva en sus manos
solidarias de hombres.
De América Latina,
con nombre de mujer,
llegan las voces claras
de Juana y Alfonsina,
de Delmira y Gabriela,
y aquella que llamaban
Juana Inés de la Cruz,
félix de las Américas.
Todas van regresando,
volviendo a mi memoria.
Después, en el camino,
otras fueron llegando.
Con nombres diferentes,
y con distintas voces.
Todas me han ido dando
su riqueza escondida
como piedras preciosas.
Y es tan intensa y clara
que nada es comparable
a la luz que me entregan.
Porque los libros dejan
su perfume en mis manos,
y son dulce presencia
de otras vidas vividas.
Volver a los diecisiete
es regresar al pasado
y encontrarme con vosotros
en el silencio, esperando.
De "Las dulces viejas cosas"
En "Sombra de rebeldía"
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