21.1.24

Elinor Wylie. Criaturas de sangre fría

El hombre, el ilustre egoísta, 
(en secreto, la ramita se dobla)
imagina, por algún desvío mental,
que solo él es sensible
   
a la carga intolerable
que soporta toda criatura viva,
y no se inclina para apiadarse del sapo
y de la tristeza muda de sus ojos.
   
No pregunta a la serpiente,
ni sondea la fosforescente tiniebla,
donde los peces sin párpados, siempre despiertos
nadan con la mirada fija en el abismo de un mal sueño.


En "Antología de las poetas estadounidenses"
   

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