26.3.24

Piedad Bonnett. En consideración a la alegría

A qué llorar, me digo,
todo estaba previsto
      me muerdo las falanges
los asombros por qué 
      miro la luna
      ajena y sola y sobria en su talante
si desde siempre
desde el nacer, desde el morir, y en cada hora
pacientemente crece el hilo, crece,
y también crece la baba del gusano y la piedra
atravesada aquí,
      bebo y saludo
      y soy cordial con mi vecino ciego
pues no son tiempos éstos dados a patetismos,
ni es elegante
exhibir el dolor.
A qué llorar, me digo: 
sería 
inoportuno con la muchedumbre 
que ríe afuera con su risa de siglos.


De "Nadie en casa"
    

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