podré abrazarte, llegar a ti.
Tú eres el cielo aquel, abierto y diáfano.
Yo, un pájaro en su jaula.
Por detrás de los fríos y oscuros barrotes,
mis ojos buscan tus ojos con anhelo.
Imagino que una mano se acerca y, de repente,
voy hacia ti, volando.
Fantaseo con que se despistan
un instante
y abandono volando esta prisión de silencio
y me río de quien me vigilaba;
con volver a vivir junto a ti fantaseo.
Fantaseo y fantaseo y sé que nunca
tendré valor para dejar esta cárcel,
que aunque mi carcelero lo permita
no tengo fuerzas para alzar el vuelo.
Detrás de los barrotes, cada día,
un niño me contempla y me sonríe.
Yo le respondo alegre, entusiasmada,
y él me besa en los labios.
Ay, cielos, qué pasaría si por fin
me decido a volar, a salir de esta jaula?
Qué les diría
a los ojos llorosos de ese niño?
Déjame, por favor, soy un pájaro preso.
Soy esa vela que mientras se consume
alumbra esta casa sombría y en ruinas.
Pero si al fin enmudeciera
destrozaría mi nido sin remedio.
De "Cautiva"
En "Eterno anochecer. Poesía completa"
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