7.4.24

Ursula K. Le Guin. Para Gabriela Mistral

En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más...

Cuarenta años tras sus años mortales
regresó a mi lado, a nuestro Pacífico, 
acudió a este lugar, ella
que sumergió al santo manso y ciego
y a los adustos hombres de España 
en la gloria del señor de los ángeles
y la ráfaga del viento huracanado. 
Se quedó en esta costa del norte
donde las gaviotas volaban como papeles rotos 
y dijo en el idioma que yo hablaba
antes de que supiera hablar: "Ven!".
"Ven!", dijo, allí parada
con su cuerpo fornido y su voz ronca,
de amplios pechos, como las colinas:
"Vine al norte, pero no me reconociste. 
Ahora me he ido a casa, al valle 
ceñido de cien montañas, 
de cien montañas o de más. 
Debes venir y debes aprender
mi idioma".

Si camino hacia el sur
con el océano siempre a mi derecha
y las montañas a mi izquierda, 
si cruzo a nado las desembocaduras, 
los estuarios y el gran canal, si camino
de la marea alta a la marea baja
y de la luna llena a la nueva, hacia el sur, 
y desde el equinoccio al solsticio, hacia el sur, 
a través del ecuador en un sueño de volcanes, 
si camino a través de todos los trópicos
dejando atrás bahías de amatista y de jade
desde el abril de primavera al del otoño, hacia el sur,
y a través de los desiertos de nitrato y asbestos
con el mar plateado a mi derecha
y cien montañas a mi izquierda, 
cien montañas o más, 
llegaré al valle. 

Si camino hasta allí, mi poeta, 
si puedo caminar hasta allí, 
te encontraré. 
Y hablaré tu idioma. 


De "Unos sesenta años"
En "En busca de mi elegía"
    

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