18.4.24

Mary Oliver. Paseo de regreso a casa desde Oak-Head

Algo tiene
  el cielo preñado de nieve
    en invierno
      a última hora de la tarde
   
que alboroza el corazón 
  y transmite la adorable insignificancia 
    del tiempo. 
      Cada vez que llego a casa -cada vez-
   
alguien allí me ama.
  Hasta entonces 
    me detengo en la acostumbrada y negra paz
      como un pino cualquiera,
   
o vago despacio
  como el viento aún pausado,
    esperando,
      cual si fuese un regalo,
   
que empiece la nieve,
  hasta que llega,
    desenfadada primero,
      luego irreprimible. 
   
Dondequiera que viva-
  en la música, en las palabras,
    en los fuegos del corazón,
      hábito con idéntica intensidad
   
este lugar sin nombre, indivisible,
  este mundo
    que ahora se desmorona,
      que es blanco y salvaje,
   
que es más leal que todos los gestos de lealtad,
  que las oraciones más profundas.
    No sufras, tarde o temprano estaré en casa.
      Con las mejillas arreboladas por el viento enardecido,
   
me detendré en la puerta
  a dar zapatazos con las botas y palmearme las manos,
    los hombros
      cuajados de estrellas.


De "Nuestro mundo"
    

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