18.7.24

Daphne du Maurier. La casa de la orilla

Lo primero que advertí fue la transparencia del aire, el nítido color verde de la tierra. Nada era suave. A lo lejos, las colinas no se fundían con el cielo, sino que destacaban como rocas, tan cercanas que casi podía tocarlas; una proximidad sorprendente y maravillosa que me conmocionó como conmociona a un niño mirar por un telescopio por primera vez. Visto más de cerca, todo tenía también esa misma dureza, hasta se distinguía cada hoja de hierba que brotaba de una tierra más joven, más áspera que la que conocía yo.



Principio de "La casa de la orilla"
    

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