la noche, lentamente, se envuelve en su velo
como un ave cansada de volar.
Y se posa sobre el árbol marchito
de mis pensamientos.
Sus ramas se estremecen de emoción.
En sus venas atrofiadas hierve, a fuego lento,
la sangre de una memoria antigua.
Y la vida sigue, como las amapolas del campo,
brotando entre las grietas de las tumbas.
Las manos irritadas por la brisa
arrancan del suelo las hojas otoñales.
Ah... algún desconocido aporrea, inclemente,
con los puños mi pecho y su pesado muro.
"Abre la puerta, es él."
"Abre la puerta, es él."
Me digo en voz baja. Otra vez el mismo
delirio, opaco, desviado.
Debo poner remedio con la amarga
medicina del sueño a la herida del despertar.
Mis párpados aprieto con fuerza desmayada.
Pero mi pecho, ese pesado muro,
algún desconocido lo aporrea, inclemente.
"Abre la puerta, es él."
"Abre la puerta, es él."
Ha abandonado aquellas tierras,
ha vagado impaciente por montañas,
ha bailado de día en el fuego del sol.
De noche, como una flor sonámbula,
brotó en el silencio de la luz de la luna.
"Abre la puerta, es él."
En los cielos te ya buscado. "Abre la puerta, es él."
En los cielos te ha buscado,
con su paso abatido, desconsolado.
De aromas de jazmines ha vivido.
Sus cansadas alas, en su ardiente intento,
han besado amorosas cada brisa pasajera.
"Abre la puerta, es él."
"Abre la puerta, es él."
Una lágrima se posa en mi mirada.
La oscuridad va tiñendo mi tristeza.
Pero yo con rabia digo: "Otra vez este delirio".
Y además, así de opaco y desviado.
Debo poner remedio con la amarga
medicina del sueño a la herida del despertar.
Aprieto mis párpados extenuados,
pero algún desconocido aporrea
el pesado muro de mi pecho.
"Abre la puerta, es él."
"Abre la puerta, es él."
De "Muro"
En "Eterno anochecer. Poesía completa"
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