15.8.24

Lauren Mendinueta. En la calle de la felicidad

La niña abandonada en una casa en ruinas soy yo.
Alejandra Pizarnik 

Todo parece tristeza y malos recuerdos en este revoltijo de polvo y ratones.
Y sin embargo, hubo aquí risas, complicidades, amor.
Malos ratos también hubo, pero no sólo. 
La casa agoniza,
y en el caos que perfora la madera y se traga los muebles
todo es vida.
Cada plaga que la habita:
el recordatorio de un mundo indiferente a nuestros apegos.
En este pasillo di mis primeros pasos y mi hija dio los suyos.
Aquí jugué, aprendí a leer, di vueltas en sus salones
hasta caer rendida y satisfecha como un trompo.
En aquella esquina que separa el comedor de la cocina me castigaba la abuela.
De rodillas mirando a la pared y reflexionando sobre la gravedad de mi crimen:
una mala palabra, por ejemplo. Y en el corazón el dolor de haberla ofendido:
"Abuela, no merezco tu amor".
En el corredor ya no se escucha el ladrido de los perros
que otrora compartieran la casa con nosotros.
En su largo y silencioso pasillo aún retumba la voz autoritaria de mi abuelo:
"La niña, cómo está la niña?"
Y su mano firme que me apretaba el brazo izquierdo
mientras yo temblaba con miedo frente a su deferencia. 
La niña que yo era. La niña, cómo está la niña?
"Estoy viva, abuelo. Te sobreviví, abuelo."
Realmente sobreviví?
Estoy viva, abuelo?
Todavía tengo un cuerpo, es cierto. Un cuerpo mancillado y puro.
Y el alma.
Hordas de ratones señorean sobre el antiguo reino de mi niñez.
Los vientos alisios rompieron las ventanas y se pasean por la casa.
Y aunque estas paredes amenazan con caer,
dentro de mí la casa crece y se multiplica.
Aquí jugué, aprendí a leer, di vueltas en sus salones
hasta caer rendida y satisfecha como un trompo.
Hace mucho que no visitaba la casa de mis abuelos.
La niña abandonada en este revoltijo de polvo y ratones,
la niña de la calle Felicidad, soy yo.


De "Vivir tan adentro"
   

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