Ahora Malli le miró a los ojos, con gran sosiego en la mirada y en la voz, y le habló de nuevo, tan dulce y mansamente, y con tanta franqueza, que a Herr Soerensen se le derritió el corazón en el pecho y le asomaron las lágrimas a los ojos:
Mi cuerpo yace a cinco brazas,de coral se han hecho mis huesos,esas perlas fueron mis ojos,no hay nada en mí que se disuelvasino que cambia, por transformación marina,en algo rico y extraño.Las nereidas, cada hora, tocan a muerto por mí.Escuchad! Ahora oigo... el ding dong de sus tañidos.
De "Tempestades"
En "Anécdotas del destino"
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