Ya las veo, ya las oigo, ya las siento.
Y aquélla, que no pudo soportar el sufrimiento,
y aquélla, que ya no pisa el suelo materno,
y a la que sacudiendo su hermosa cabellera
dijo: "Vengo aquí como quien va a su casa".
Quisiera, una a una, llamarlas por sus nombres,
mas me han robado la lista, ya nunca podré hacerlo.
Para ellas he tejido este amplio manto
con sus propias palabras, con su llanto inconsolable.
Las recuerdo siempre, dondequiera que me encuentre,
jamás las olvidaré, aunque me asalte una nueva desgracia.
Y si algún día silencian esta boca atormentada
por la que gritan cien millones de almas,
que también me recuerden como yo a ellas
hoy en vísperas del día de muertos.
Epílogo del "Requiem"
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