y algo indefinido
entre los dos flotó, tan impalpable
como un soplo divino.
Después, cuando las manos se estrecharon,
de nuevo confundidos
ella y él, no supieron
lo que pasó muy dentro de ellos mismos.
Ni una frase de amores hubo luego,
ni un pensamiento vino
a conturbarles con aliento impuro
la carne ni el espíritu.
No hubo allí en realidad, ni apariencia,
más que un saludo frío.
Una mirada en otra, y sin embargo...
¡Qué inmensurable abismo!
De la antología "Peces en la tierra"
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