24.8.18

Mary Karr. Prólogo a "El club de los mentirosos"

   Poco antes de que muriera mi madre, el tipo que le estaba reformando la cocina sacó de la pared un azulejo con un agujerito redondo bastante sospechoso. Se sentó de rodillas y levantó el azulejo de manera que el sol filtrado por las cortinas amarillas y añosas pareció perforar el agujero igual que un láser. Nos guiñó un ojo a Lecia y a mí y a continuación se volvió hacia mi canosa madre, concentrada en su volumen de Marco Aurelio y en un cuenco de chiles picantísimos.
   -Señora Karr, esto parece un agujero de bala!
   Lecia, que no dejaba pasar una, intervino:
   -Eso no es de cuando le disparaste a papá?
   Y mamá entornó los ojos, bajó un poco las gafas por su nariz patricia y dijo con displicencia:
   -No, eso es de cuando Larry. -Se giró y señaló otra pared-. A tu padre le disparé allí.
   Sirva esta anécdota para explicar por qué me decidí a escribir El club de los mentirosos como unas memorias y no como una novela: cuando el destino te pone en bandeja unos personajes así, para qué inventar nada? También ilustra en cierto modo la vena forajida de mi madre y hasta qué punto -ella dejó la bebida mucho antes de morir- había asumido la lotería de su pasado sin apenas tapujos.
   Me encargué de prevenir a mi madre y a mi hermana Lecia de los sucesos que me proponía contar, y desde el principio la respuesta de mi madre fue: "Tú sácatalo todo de dentro, di que sí... Si a mí me hubiera importado alguna vez lo que piensa nadie me habría pasado la vida haciendo galletas y yendo a reuniones de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos". Lecia, de natural más reservada, me animó también porque como madre soltera que yo era en Siracusa, Nueva York, donde el servicio de autobús escasea y la nieve se mide por metros, necesitaba desesperadamente dinero para comprarme un coche. Necesitar dinero es una causa nobilísima entre los míos, pero aún así Lecia habría respaldado cualquier proyecto que me hubiese propuesto. ("Perpetrar una matanza? Bien. Con la de capullos que están pidiendo a voces que los maten...").


Del prólogo a "El club de los mentirosos"
     

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