20.9.18

Elena Ferrante. La hija oscura

No hacía una hora que conducía cuando empecé a encontrarme mal. Reapareció el ardor en el costado, aunque al principio decidí no darle importancia. Solo me preocupé al advertir que no tenía ni siquiera fuerzas para agarrar el volante. Al cabo de pocos minutos la cabeza empezó a pesarme, las luces de los coches me parecían cada vez más pálidas y terminé por olvidarme incluso de que estaba conduciendo. Tuve en cambio la impresión de encontrarme en el mar, en pleno día. La playa estaba vacía, el agua en calma, pero en un asta a pocos metros de la costa flameaba la bandera roja. Mi madre, cuando era pequeña, me había metido mucho miedo, me decía: Leda, no entres nunca en el agua cuando hay bandera roja, significa que el mar está agitado y que te puedes ahogar. El miedo se había mantenido a lo largo de los años e incluso ahora, aunque el agua fuera una hoja de papel translúcida y tersa hasta el horizonte, no me atrevía a meterme, me angustiaba. Me decía: anda, báñate, se habrán olvidado de arriar la bandera, y mientras tanto me quedaba en la orilla probando cautamente el agua con la punta del pie. Por momentos mi madre aparecía en la cima de las dunas y me gritaba como si todavía fuera una niña: Leda, qué haces, no has visto la bandera roja?
En el hospital, cuando abrí los ojos, me vi por una fracción de segundo dentro del mar liso.


Principio de "La hija oscura"
una de las novelas del libro "Crónicas del desamor"
     

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