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acabo de comprender que la apuesta soy yo misma
no tengo otro
dinero que apostar,
nada más que cruzar o trocar sino mi vida,
mi espíritu cortado en pedazos
esparcido
sobre la mesa de la ruleta,
recupero lo que puedo
nada más tengo para ponérselo bajo las narices al crupier
nada que echar por la ventana,
ninguna bandera blanca
esta carne es todo lo que puedo ofrecer,
todo lo que puedo jugar
esta cabeza tan a mano,
lo que de ella salga, mi jugada
conforme rodamos por este tablero,
pisando siempre
(esperamos) entre líneas.
De "Letras revolucionarias"
en el libro "Las mujeres"
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