Qué esperaba? Curarme? Pensaba realmente que cierta cantidad de arsénico tomada con regularidad daría sentido a mi vida? Que aquí podrían volverme hermosa, o al menos valiente y feliz? Claro que no lo creí ni un segundo, pero adónde debía ir después de algo tan horrible y fallido? Treinta pastillas, un sueño parecido a la muerte durante tres días y cuatro noches para volver luego a despertar y que todo siga inmutable a mi alrededor, además del rostro de mi madre, mudo e inexpresivo, y de mis hermanas, que naturalmente no se creían lo de "la gripe". Mi madre nunca había rehuido ninguna tarea difícil, pero esta vez se marchó en cuanto me levanté y pude tenerme en pie.
De "Notas desde un manicomio"
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