Mi amor, tú nunca conocerás
la extenuante agonía de la aflicción
que hemos soportado por ti.
Solo así podremos arrancar un consuelo
incluso de lo más profundo de nuestra desesperación,
de nuestra agotadora miseria.
La angustia nocturna te has ahorrado,
cuando toda la aplastante verdad se le descubre
a la mente que despierta;
cuando el corazón bilioso es atravesado por el dolor
hasta que fieramente implora alivio
pero poco alivio puede encontrar.
Tampoco sabes lo que es mentir
mientras con ojos rebosantes miras al frente,
al desierto solitario de la vida:
"Cansada, cansada, oscura y triste,
cómo podré soportar el viaje,
la carga y la angustia?".
Puesto que te has ahorrado tanto dolor,
no desearemos que sigas aquí:
el que vive debe llorar.
Dios nos ayude a través de nuestra miseria
y nos dé descanso y alegría junto a ti
cuando alcancemos nuestra meta!
En el libro "Poemas de Currer Bell"
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