Algo que diferencia el arte de la vida es que en el arte las cosas tienen forma; tienen principio, medio y fin. En cambio, en la vida las cosas simplemente transcurren. En la vida, una persona tiene un resfriado, tú lo consideras algo insignificante, y súbitamente esa persona muere. O tiene un infarto y sufres hasta que se recupera para vivir treinta malhumorados años más exigiendo que la sirvas. Crees que un idilio ha llegado a su fin, vives un drama al estilo Ana Karenina, pero dos semanas después el muchacho está en la puerta, con los brazos estirados hasta el dintel, la chaqueta abierta y una expresión tímida, y dice: "Oye, volvamos a empezar, quieres?". O crees que un amorío está en la cumbre y va a más y no te das cuenta de que durante los últimos meses poco a poco ha ido a menos. En otras palabras, en la vida casi nunca tenemos una emoción adecuada al acontecimiento. O bien no sabemos que el acontecimiento se está produciendo, o desconocemos su relevancia.
De "El cuarto de las mujeres"
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