Buscamos un sitio vacío donde estacionar y lo encontramos a unos cincuenta metros del viejo edificio de cinco pisos que se levanta, digno pero sin gracia, casi al final de la 84 entre 2ª y 3ª, una de esas típicas calles neoyorkinas del Upper East Side, tradicionales y casi siempre apacibles a pesar de los muchos negocios que funcionan en los pisos bajos. Del baúl del carro bajamos dos maletas grandes, livianas porque están vacías. Antes de llegar al portón, y como impulsados por un mismo pensamiento, nos detenemos y miramos hacia arriba, como calculando los cuatro pisos que debemos empezar a subir.
Principio de "Lo que no tiene nombre"
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