El diligente deseo
podría ser de placer
por el dulce devaneo;
mas la fineza de él, creo
que está puesta en padecer,
porque aunque poder cumplirle
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta diferirle
hace el mérito doblado.
Mayor deudo con lo feo,
no siendo el negro color,
sin saber si es lo mejor,
yo diría, a ley de creo,
que de azul el resplandor.
Subir un hombre vencido
podrá cuando la Victoria
guste de echar en olvido
al que ayer favorecido
hoy borre de la memoria.
Mas pensar que el ser amado
con el que ama tiene igual,
eso está averiguado,
por ser caso reservado
para gente de caudal.
Para amado, quién no basta?
Para amar, hay bueno alguno?
A no llamarme importuno
jurara que de esta casta
no ha quedado ninguno.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVI"
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