29.12.23

María Josefa de Rivadeneyra. Respire de mi pecho

Respire de mi pecho
en quejidos acordes
equivoca una injuria
que no sé si la cante o si la llore. 
Fatigas de la mente,
literarios sudores,
bastó que fuesen míos
para hacerles sentir mis propios golpes.
Posible que hasta el alma
la envidia me despoje!
Posible que me usurpe
débiles femeniles traducciones!
Villana pasión ciega
que en odio de mi nombre,
como vives de infamias,
compras con un delito tus honores.
En disfraz de remiendos
al público se exponen;
infeliz artificio!,
que grita ser ajeno lo que esconde.
Ese incongruo aparato
de retazos discordes,
el engaño desmiente
y la pasión descubre en su desorden.
No niego que aun manchadas
conmigo sé conformen;
si la borrasca sufro,
qué tengo que extrañar los nubarrones?
Así, desfiguradas,
no han quedado tan pobres
que a su fingido dueño
no le hayan producido resplandores.
En este triunfo he sido
yo la selva o el bosque,
que laureles y palmas
he dado para que otros se coronen. 

Sic vos, non vobis nidificatis, aves.
Así el ave su nido
construye y dispone 
para que otros se alberguen
y en su seno descansen y reposen.

Sic vos, non vobis vellera fertis, oves. 
Así la misma oveja
sus mórbidos vellones 
alienta y vivifica
para que otros se vistan y se adornen. 

Sic vos, non vobis melificatis, apes. 
Así la abeja extrae
dulzura de las flores,
y, a pesar de su industria,
otros gustan la miel que ella recoge.

Sic vos, non vobis fertis aratra, boves.
Así sujeto al yugo
el buey la tierra rompe,
más su fértil arado
es para enriquecer ajenas trojes. 

Ejemplos consolantes 
que informarán al orbe
que en mi fortuna adversa
me alivian más las bestias que los hombres.


En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVIII"
    

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