Y he aquí que un día llega la abuela de su muerte de siglos
y con su mano pequeñita,
temblorosa de tanta humana ausencia,
sobre el espejo pone su sonrisa en la tuya.
Y ese tío remoto de ademanes adustos y sueños militares
te regala aquel gesto que tanto detestabas.
Descubres también a tu madre en la ternura del cuello
y tu padre te lega la vigorosa arruga de su frente.
Y tú buscas el niño de ayer, y no lo encuentras.
En el espejo, en cambio, se amotinan
los que fueron un día, tan idéntico a éste.
Los que pugnan por ser entre tu sangre.
De "Ese animal triste"
En "Poesía reunida"
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