desde aquella muerte temprana
cuando aún estaban mis hojas tan verdes.
Qué esperanzada pisaba los campos.
Qué generosa y colmada mi mano.
Qué afanada tras la cosecha.
Noches interminables vigilaba
al viento por si traía un mensaje.
Esperas bajo el sol. Diálogos
con la luna tristísima de invierno.
Y qué dolor bajo el cielo que cubre
tanto silencio,
tanta pregunta sin respuesta.
Van pasando los años.
Nada sobre la tierra.
Ninguna posible esperanza.
Ninguna verdad madurando.
Sólo silencio.
De "El alba en la espalda"
No hay comentarios:
Publicar un comentario