10.2.20

Toni Morrison. Jugando en la oscuridad

Prefacio.

Hace algunos años, en 1983, creo, leí Las palabras para decirlo, la novela de Marie Cardinal. Más que el entusiasmo de la persona que me lo recomendó, lo que me convenció fue el título del libro: cuatro palabras, tomadas de Boileau, que dicen mucho de las intenciones ocultas y del objetivo inequívoco de una novelista. La idea de Cardinal, sin embargo, no era escribir una obra de ficción; se trataba de documentar su extravío mental, la terapia consiguiente y el complicado proceso de curación, con un lenguaje lo más preciso y lo más evocador posible a fin de hacer comprensible esta experiencia y su manera de asimilarla a quienes no está familiarizados con ella. El relato al que parece amoldarse la vida emerge con la máxima contundencia en ciertos tipos de psicoanálisis, y Cardinal resulta ser la persona ideal para describir este aspecto de una vida, su "historia profunda". Además, escribió varios libros, ganó el Prix International, fue profesora de filosofía, y admite que durante su travesía en pos de la recuperación de su salud mental siempre planeó escribir sobre ello.


Principio del libro "Jugando en la oscuridad"
    

9.2.20

Alice Walker. Querida Nettie

Querida Nettie:

Ya no escribo más a Dios. Te escribo a ti.
Y qué le ha pasado a Dios?, me pregunta Shug.
A quién?
Ella me mira muy seria.
Un diablo como tú no va a preocuparse porque no haya Dios, le digo.
Un momento, un momento. Sólo porque esté siempre incordiándolo como mucha gente que nosotras conocernos, no significa que no tenga religión.
Qué ha hecho Dios por mí?, pregunto.
Celie! dice, como horrorizada. Él te ha dado la vida, salud y el amor de una buena mujer.
Sí, y también un papá linchado, una mamá loca, un padrastro que es un perro indecente y una hermana a la que probablemente no volveré a ver. De todos modos, ese Dios al que yo rezaba y al que escribía cartas es un hombre. Y, como todos los hombres, es desconsiderado, olvidadizo e indiferente.
Será mejor que te calles, Miss Celie, Dios podría oírte.
Bueno, que me oiga. Si alguna vez escuchara a las pobres mujeres de color, este mundo sería distinto, puedes estar segura.
Ella habla y habla, tratando de contenerme para que no siga blasfemando. Pero yo blasfemo cuanto se me antoja.
En toda mi vida, nunca me ha preocupado lo que la gente pensara de mí, le digo. Pero, en el fondo de mi corazón, me preocupaba mucho lo que pensara Dios. Y ahora veo que no piensa. Sólo está allí sentado, tan contento de ser sordo. Pero no creas que es fácil tratar de pasar sin Dios. Aunque una sepa que no existe, es duro darle la espalda.



De "El color púrpura"

8.2.20

Gabriela Mistral. Nosotras

De montañas descendimos
o salimos de unas islas,
con olor de pastos bravos 
o profundas y salinas,
y pasamos las ciudades
hijas de una marejada
o del viento o las encinas.
En el Cristo bautizadas
o en Mahoma de la Libia
pero en vano maceradas
por copal y por la mirra.
   
La que en pastos de pastores
se llamaba Rosalía 
y la nuestra del gran río
que mentábamos Delmira
y las otras que vendrán
por las aguas de la vida.
   
El olor de los lagares
en las sienes nos destila
o la carne en los pinares
desvaría en las resinas,
y nacimos y morimos
pánicas e irredimidas.
   
Nacemos en tierra varia,
en el sol o la neblina,
tú en ternuras de Galicia
y en el trópico Altamira 
y como cien lanzaderas
que en el mismo telar pican,
a veces no nos hallamos
aunque seamos las mismas.
   
Somos viejas, somos mozas
y hablamos hablas latinas
o tártaras o espartanas 
con frenesí o con agonía 
y los dioses nos hicieron
dispersas y reunidas.
   
La canción de silbo agudo
calofría la campiña
o parece ritmo seco
de hierros en roca viva,
pero es siempre la mixtura
de Medea o de Canidia
y Eva tiene muerto a Abel
y a Caín en las pupilas.
   
En los cielos sanguinarios
de praderas o avenidas
una veces todas vamos
a país de maravilla
o venimos como Níobes
y con la vieja cara mísera. 
   
Las más fuertes son amargas
y las más dulces transidas,
las más duras son Déboras
y las más tiernas Rosalías 
y así erguidas o cegadas 
todas una sangre misma
se nos rasga el secreto 
de las sin razón venidas.


De la antología "Las renegadas"
    

7.2.20

Rebecca West. La familia Aubrey

Hubo una pausa tan larga que me pregunté si mamá y papá iban a dejarse de hablar para siempre. No es que temiera que se hubiesen peleado, sólo nosotras, las niñas, nos peleábamos, pero se habían quedado ensimismados. Luego papá añadió dubitativo:
-Ya sabes lo mucho que siento todo lo que ha ocurrido este año, querida.
Mamá respondió casi antes de que él terminara.
-No importa en absoluto, dado que en este momento va todo bien. Y seguirá yendo bien, verdad?


Principio de "La familia Aubrey"
    

6.2.20

María Zambrano. Delirio de Antígona

Entra en la tumba de piedra; viva, separada de los vivos. Sigue repitiendo obstinada la última frase que Sofócles pone en su boca: "Dioses: muero por haber sostenido la Piedad".

   1°. Muero viva. Acude la niñez, la madre y el hermano. Acaso le amaba? A quién amaba? Había vivido? Sus sueños; sus juegos. Sus temores. Su novio, qué era?
   2°. El Amor y la Piedad.
   Rebelión. Acaso tenía yo un voto? Oh Padre! El incesto, hija del incesto, voy a, hacia los muertos, hacia la inmortalidad.
   Tema de la virginidad.
   La luna.


De "Poemas"
    

5.2.20

Marianne Moore. El nautilo

Para autoridades de afanes
moldeados por mercenarios?
Para escritores que entrampa
la fama de los salones
o las ventajas de un pase?
No para ellos el nautilo
su fina concha vítrea levanta.
 
Dispensando un perecedero
recuerdo de esperanza, blanco
mate por fuera y suavizados
los ángulos de la cara
interna brillante como el mar,
su artífice vigilante
la guarda día y noche; apenas come
 
hasta ver los huevos empollados.
Óctuplo-enterrada en sus ocho
brazos, porque en cierto modo
es un pez-diablo, su vítrea carga
acunada en vellón de morueco
yace oculta pero intacta.
Como Hércules, mordido por
 
un cangrejo fiel a la hidra,
no pudo acabar su empresa,
los huevos, solícitamente
velados, al dejar la concha
la sueltan al soltarse ellos,
dejando sus grietas de nido
de avispa, blanco sobre blanco,
 
y sus finos pliegues de jitón
(como el trazado de la crin
de un caballo del Partenón),
a cuyo alrededor los brazos
se arrollaron, porque el amor
es la única fortaleza
en la que confiar se puede.
 
[What Are Years, 1941]


En una selección de poemas
en el libro "Poesía norteamericana 1900-1950"
   

4.2.20

Sharon Olds. La promesa

Con el segundo trago, en el restaurant,
tomados de las manos sobre la mesa vacía,
hablamos de eso otra vez, renovamos nuestra promesa
de matarnos el uno al otro. Estás tomando gin,
el enhebro azul noche
se disuelve en tu cuerpo, yo tomo Fumé,
mastico su tierra fragante y ahumada, estamos
recibiendo tierra, ya somos en parte polvo,
y donde sea que estemos, estamos también en nuestra
cama, encajados, desnudos, a lo largo uno del otro,
cercanos, embriagados
después del amor, entrando y
saliendo del borde de la conciencia,
nuestros cuerpos felices, entrelazados. Tu mano
se tensa sobre la mesa. Te da miedo
que me acobarde. Lo que no quieres
es agonizar en una cama de hospital por un año
después de un infarto, incapaz
de pensar o de morir, no quieres
que te aten a una silla como a tu impecable abuela,
profiriendo insultos. El cuarto en penumbras
a nuestro alrededor,
globos de marfil, cortinas rosadas
ceñidas por la cintura -y afuera
un anochecer de verano tan leve,
alto, luminoso. Te digo que no me
conoces si crees que no te
mataré. Piensa en cómo hemos flotado juntos,
mirándonos a los ojos, pezón contra pezón,
sexo sobre sexo, las mitades de una criatura
resurgiendo hasta el borde de la materia
y sobrepasándola -me conoces de la brillante
sala de partos salpicada de sangre, si un león
te tuviera entre sus dientes yo lo atacaría, si las sogas
que ataran tu alma fueran tus propias muñecas, yo las cortaría.
 
 
De "Sangre, lata y paja"
En "La materia de este mundo"
    

3.2.20

Rosamond Lehamnn. Ah, el mundo!...

Ah, el mundo!... Carecía de esperanza y de significado; sólo había perversidad, crueldades infligidas por gusto, labios que lamen víctimas indefensas. (...) Lo más que se podía esperar era una seguridad ínfima y falsa; te concedían eso para acrecentar el placer que les procuraría el golpe que ya preparaban; incluso quienes parecían amables.


De "Vana respuesta"
    

2.2.20

Maryse Condé. La vida sin maquillaje

Por qué toda tentativa de contarse a una misma ha de desembocar en un amasijo de medias verdades? Por qué las autobiografías o las memorias terminan, demasiado a menudo, reducidas a fantasías que difuminan el contorno de la pura verdad hasta hacerla desaparecer? Por qué alberga el ser humano ese inmenso afán por pintarse una existencia tan diferente de la vivida? Por ejemplo, en las reseñas para periodistas y libreros que redactan mis encargados de prensa siguiendo mis propias indicaciones, leo: "En 1958, Maryse Condé contrae matrimonio con Mamadou Condé, un actor guineano al que vio actuar en el Teatro del Odeón, en la obra Los negros de Jean Genet, con puesta en escena de Roger Blin; y se marcha con él a Guinea, el único país de África que votó "no" en el referéndum sobre la departamentalización propuesta por el general De Gaulle".
Esas frases crean una imagen de lo más seductora: la de un amor iluminado por la militancia. No obstante, encierran numerosos engaños. Nunca vi a Condé actuar en Los negros. En la temporada que pasamos juntos en París, solo trabajó en oscuros escenarios donde, como él solía decir burlonamente, se dedicaba a "hacer negrerías". No encarnó el personaje de Archibald en el Teatro del Odeón hasta 1959, cuando nuestro matrimonio ya distaba mucho de ser un éxito y vivíamos la primera de nuestras rupturas. En aquella época, yo impartía clases en Bingerville, en Costa de Marfil, donde habría de nacer Sylvie-Anne, nuestra primera hija.


Principio de "La vida sin maquillaje"
   

1.2.20

Wislawa Szymborska. Epitafio

Aquí yace, como la coma anticuada,
la autora de algunos versos. Descanso eterno
tuvo a bien darle la tierra, a pesar de que la muerta
con los grupos literarios no se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba encontró nada
mejor que una lechuza, jacintos y este treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino de Wislawa.
 
 
De "Poesía no completa"